La chía y yo

El test de intolerancia a 200 alimentos...

Durante los últimos 11 años de mi vida desde que tengo diagnosticada la espondilitis, he intoxicado mi cuerpo con antinflamatorios no esteroideos, cortisona, inmunosupresivos, cartílago de tiburón, jugo de aloe, própolis, reishi, antiácidos, antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos... Así que, cuando Lola, la doctora de la empresa, que creo que me aprecia y a la que aprecio yo, me convenció para hacerme un test a200 de intolerancia a 200 alimentos razonándome que si mi sistema inmunitario está manteniendo pequeñas y constantes batallas con los alimentos que pretenden atravesar la barrera de mi intestino, probablemente esté sobreexcitado y a una portadora del antígeno HLA-B27 como yo le interesa tener a sus linfotitos lo más tranquilos posibles, no pude negarme por más que supiera que sería reaccionaria a seguir dietas.

Lo primero que hice fue meter los resultados del test en un cajón. La trucha, el lenguado, los guisantes y hasta las almendras o el calabacín podía eliminarlos de mi dieta, pero me veía absolutamente incapaz de suprimir de mi alimentación el gluten, los huevos, la leche y todas sus versiones y derivados. Ya sabía el infierno que suponía hacer una dieta sin almidón para tener encima que privarme del queso o las tortillas.

Pero aunque eso era lo que había decidido mi mente, mi cuerpo tenía otros planes. Se llamaban acúfenos y mareos. Cuando vi que estas sensaciones tan desagradables no eran cosa de un día o dos, o incluso de una semana, decidí por cuenta propia (porque es mi cuerpo, porque lo conozco y porque asumo el riesgo aún siendo consciente de las consecuencias), suprimir toda ingesta de medicación salvo la estrictamente imprescindible. Ojo: no lo recomiendo para nadie, y ante cualquier duda, la certeza del médico, pero justo a mí me tocó ser yo y por eso asumo mi responsabilidad y me la juego.

Fuera el metotrexato, fuera el cymbalta, fuera el arcoxia... Me quedé con el omeprazol, porque no puedo desproteger mi estómago así como así, y cambié antinflamatorios no esteroideos por cortisona, que es una bomba, pero no la había tomado nunca más de una semana y necesitaba algo para controlar la inflamación, que es la que a la larga provoca la anquilosis de mis articulaciones.

Y me puse a buscar la manera de suprimir de mi alimentación los tres pilares que hasta entonces la habían sostenido, ya que yo como muy poca carne.

Por fin la chía...

Suprimir el gluten es duro, pero no tanto como suprimir la totalidad de los almidones o los hidratos. Al menos me quedaban el arroz, el maíz y las patatas, que dan mucho juego. Pero la leche y los huevos...



Los primeros días comprobé que los productos industriales sin gluten están malísimos en general y porque no tengan gluten no implican que tengan que estar exentos de leche para aumentar el martirio de los pobres celiacos.

Como tengo una máquina panificadora en casa, compré un preparado de harinas para hacer pan pero fue toda una decepción. Poco a poco me fui imbuyendo de las dificultades que tienen los celiacos para comer todos los días. Aprendí que se usaban la gomas guar y xantana como sustitutos del gluten y que eran unos potingues industriales de origen bacteriano. Me resultaron antipáticas, me parecieron propensas a generar alergias, y no me lo podía permitir ahora que precisamente había decidido eliminar todo lo que me pudiese poner en pie de guerra a los linfocitos...

Así que investigando sobre las propiedades que otorga el gluten a las harinas panificables, vi que actuaba como un aglutinador, (de ahí la palabra gluten),  como un emulgente, y me dedique a buscar proteínas que pudiesen actuar de la misma manera. Pensé, proteína por proteína.

Como soy muy inquieta, quizás por mi formación de ingeniera, y como de todas las ramas de la ingeniería elegí la agronomía, tenía conocimientos de alimentación suficientes como para saber dónde buscar. Al  principio pensé en la soja, pero pronto descubrí que no servía para mi propósito. Fue entonces cuando por casualidad di con el mucílago de semillas de lino y me vine arriba. ¡Un super alimento y además puede hacerme las veces de emulgente! Hice panes, bizcochos, cremas de chocolate, tortitas... y salían ricos y apetecibles, nada que ver con los preparados y formatos industriales.

Podía también abandonar la margarina por cremas de frutos secos más ricos y saludables. Estaba muy contenta con mi ingrediente secreto cuando por casualidad descubrí que las semillas de lino tenían una encima precursora de una sustancia parecida al cianuro que puede causar problemas si se consume en exceso. ¡Mi gozo en un pozo!

Pero no me di por vencida y mi constancia obtuvo su fruto: una maravilla de semilla americana que se llama chía y que comparte la mayoría de las propiedades de la linaza pero no es tóxica.

Resultados...

A día de hoy no tengo aún resultados sobre el efecto de esta dieta en mi enfermedad. Sé que los acúfenos y mareos en principio no provienen de un efecto directo de la medicación. No descarto que pueda ser de un efecto indirecto después de consumirlos durante tantos años, pero aún están haciéndome todo tipos de pruebas.

Por lo demás vivo bien sólo con cortisona a bajas dosis y tan pronto pase la primavera, empezaré a suprimirla seguida del omeprazol para depender sólo de la dieta y la meditación.

No os voy a engañar ni deciros nada que no pruebe en mí misma. Seré absolutamente objetiva en lo que a la evolución de mi dolor se refiere así que os iré dando cumplidos resultados en mi nuevo blog donde pretendo también compartir mis experiencias culinarias para que las personas que tengan que hacer dietas tan estrictas como la mía por los motivos que sean, puedan tener un sitio de referencia lo mejor organizado y claro posibles.

Gracias por estar ahí.



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